jueves, 13 de mayo de 2010

EL VIRTUOSO DEL PÓKER

¿Entrenamiento cerebral o habilidad innata?

La cuestión naturaleza-educación es un debate perpetuo, que va desde posiciones extremas irreconciliables hasta coherentemente integradas, es una discusión de nunca acabar, mientras los avances en temas como las neurociencias y la genética, se encuentren en pleno período de desarrollo y experimentación.

Para nadie es oculto que las capacidades cognitivas y la personalidad (apertura, minuciosidad, extroversión, afabilidad, neuroticismo) juegan un papel, si no decisivo, si de vital importancia en el jugador de póker, todas ellas con algún componente hereditario. Por ello es relevante atender la formulación del profesor Michael S. Gazzaniga, Director del Centro de Neurociencia Cognitiva del Dartmouth College, quien realiza estudios sobre las leyes de la Genética Conductual. Los “rasgos conductuales”[1] estudiados por los genetistas pueden agruparse en tres categorías: capacidad cognitiva, personalidad y Psicopatología.

Estudios sobre capacidad cognitiva general, de 111 estudios genéticos sobre semejanzas familiares en el cociente intelectual, incluidos 30 estudios sobre gemelos, con base en mas de 10.000 pares de gemelos, reveló que la heredabilidad del cociente intelectual se aproxima al 50%, respecto de los hijos gemelos, con una correlación de 0,86, frente a los hijos adoptados, de un 0,20. De igual modo, los rasgos conductuales asociados a la personalidad, se ven influidos en un 50% por factores genéticos, Dichos estudios, abren una puerta a mundos donde la ficción puede superar la realidad, brindando la posibilidad de “construir” un jugador de póker teniendo en cuenta, su alta probabilidad de codificación de genes de coeficiente intelectual, heredados de sus padres, para eventos con destreza de asimilación y aprendizaje de técnicas y modelos matemáticos en conceptos tales como probabilidad, media ponderada y distribución o desviación estándar, acuñados por los estadísticos-matemáticos en la aplicación de los juegos de azar; todo ello, asociado a rasgos propios de personalidad, como la calma y tranquilidad, equilibrio emocional, frente a la toma de decisiones de situaciones de riesgo y ambivalencias de pierde-gana; donde nuestro “producto” se encuentra enfrentado de forma permanente por un juego biestratégico simple o mixto, con altas connotaciones de carácter subjetivo, dependiendo el grado de probabilidad de ganancia.

De otra parte, la genética conductual dice que el efecto del entorno familiar y social no es tan grande como el de los genes; de modo, que la obra de ingeniería genética, puede verse o no afectada, por el hecho de poner a nuestro virtuoso cognitivo de juegos de azar a practicar desde edades muy tempranas, en el del Póker. Podríamos tener posiblemente como resultado, un excelente matemático y estadístico ajeno a las prácticas de juego, un ganador ocasional para el pago de los costes de su matricula de universidad o una estrella del Póker, de profesión matemático.

Podemos citar de modo significativo, el caso del joven nacido y criado en Edison, Nueva Jersey, quien utilizara el juego del póker pensando en una fuente de ingresos para su educación universitaria. Nos referimos a Tom Dwan, un estudiante de ingeniería, de tan solo 23 años cuya habilidad probablemente derivada de su mundo cognitivo matemático le convierte en uno de los mejores jugadores del mundo del póker con los límites de apuestas más altos, al lado de jugadores como Patrik Antonius, Phil Ivey y David Benyamine. Su virtud consiste en percibir imaginativamente las debilidades de sus oponentes, exacerbando la capacidad del lóbulo frontal para dicha habilidad. Y para abundar en consideraciones frente a la fuerte influencia del entorno, que mejor que traer a colación a Stu Ungar una leyenda del póker, hijo de un dueño de bar y de una madre apasionada por el póker, quien a los 10 años ganaba un torneo de gin en un hotel de Catskill, y quien ganara hacia el final de su vida, cinco campeonatos WSOP con unas ganancias por encima de los 2.000.000 $.

Todo lo anterior, estamos a obligados a verlo en conjunto, en interacción, somos nosotros y nuestras circunstancias, ligados por una autoconsciencia reflexiva, que implica no solo “saber” sino “saber que se”. Recientemente hemos sabido que de esta consciencia son responsables un grupo de neuronas, en los lóbulos frontales, conocidas como neuronas espejo, de las cuales se sospecha nuestro sentido de autoconciencia y la forma de percibir al otro, aspecto de vital importancia para el jugador del póker.

Resta por decir, que el cerebro puede y debe ser entrenado, sea cualquiera la práctica que se realice, desde la de un músico, un deportista hasta un jugador que busca un ranking en el mundo del póker.

La adquisición de destrezas de juego, implica su práctica, para ser virtuoso del Póker, sumado en el mejor de los casos, a cierta predisposición genética y a un nivel de influencia de entorno importante.

Nancy Velasco Parrado.



[1] Gazzaniga Michael. “El Cerebro Ético”. Págs. 58 y ss.

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