jueves, 13 de mayo de 2010

HOMO LUDENS –VS- LUDÓPATA

“No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar”

George Bernard Shaw

El vocablo lúdico proviene del latín ludus, relativo al juego, dimensión de desarrollo del ser humano, constitutivo de comunicación, expresión, producción de emociones y sentimientos dirigidos hacia el entretenimiento, aprendizaje y la diversión; se refiere a la necesidad de la experimentación de emociones cargadas de placer, incertidumbre y sorpresa.

En el Holandés Johan Huizinga, en su obra “Homo ludens”, he encontrado una de las mejores definiciones del concepto de juego, que a mi modo de ver es una de las más próximas a la del juego de póker, entendido como una acción u ocupación libre, no impuesta, que se desarrolla dentro de límites y espacio determinados, con reglas libremente aceptadas. Acompañado, y he aquí, una mirada Freudiana, de sentimientos básicamente de tensión, que pueden tocar los límites del placer-displacer; placer por la percepción vivencial de la dinámica del entramado reto simbólico del juego, transformado por expectaciones y esfuerzos fallidos, que sustituyen el placer anímico por el displacer, con una conducta de “auto-conservación” frente a la real y/o eventual pérdida.

Es el inteligente juego de póker, una de las mejores expresiones de la bipolaridad de que goza todo ser humano: homo sapiens y homo ludens, contraposición interactiva que abandona la visión unilateral y excluyente, y que describe un complejo entrelazamiento e interacción. El filósofo Edgar Morin, expresaba : “El hombre de la racionalidad (sapiens), es también el del mito, el delirio (demens), el trabajador (faber) y el lúdico (ludens), el económico (economicus) y dilapidador (consumans); el prosaico (prosaicus) y el poético (poeticus), el del trabajo es también el del juego”.

Dada la sui géneris característica del póker, su análisis y asunción ha de ser racionalmente abierto, redefiniendo el papel de la razón, la intuición, el imaginario, la sensibilidad y el cuerpo, en la adquisición y vivencia de su disciplina, aprendizaje y placer, generadores de nuevas instancias que resignifiquen este juego social.

Del mismo modo, dado que la visión de los sistemas vivos incluido desde luego el maravilloso mundo complejo del sistema humano, exige planteamientos abiertos de confrontación analítica, desde otra mirada, nos encontramos con la persona que concurre a los lugares de azar para escapar del dolor, la depresión, la ansiedad, las frustraciones. Estos juegos, ya no cumplen una función elaborativa y creativa, sino, una compulsión a la repetición, donde la pérdida de tiempo, dinero y control son los reyes del lugar. El adicto al juego, ludópata, no va a ganar va a jugar, prueba de ello, es que cuando gana no se retira, sigue jugando hasta perderlo todo. Allí comienza del descontrol, el juego le domina, la adicción esta instalada, el sujeto ha perdido su libertad, la persona juega en forma obsesiva, sin control de sus impulsos. El jugador patológico se va haciendo crónica y progresivamente incapaz de resistir los impulsos de jugar, lo cual compromete, destruye o lesiona los objetivos personales, familiares y profesionales.

NANCY VELASCO

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